Grata sorpresa


Me re-encontré con ‘El Chapo’, migrante internacional de origen michoacano, deportado últimamente desde Illinois, EE.UU. por su mal comportamiento - vaya usted a saber lo que signifiqué eso - a Hermosillo, Sonora.

Lo conocí en el año 2014, ganándose unos pocos centavos por lavar autos y siendo víctima del abuso policíaco a causa de su adicción al alcohol, que por ese entonces, añoraba dejarla. Deseaba convertirse en ‘alguien’, ya que él tenía valores enseñados por la Iglesia, y regresar ‘al otro lado’ donde lo esperaba su esposa e hija.

Un día, sin más, me comentó que se iría, que cruzaría por el desierto trabajando para el ‘narco’, pues era la forma más segura de entrar; y sí, así lo hizo.

El volverlo a ver y escucharle esas historias, a veces animadas por tener público a quien le interese, ayuda a crear una conciencia de lo difícil que ser migrante, ser de esas personas que dejan su ‘todo’ por la ‘nada’, que caminan por el desierto sin agua ni comida, dejando sus huellas, ya sea por el cerro del Buda o atravesando el río Gila, solamente para dejar la ‘merca’ - pasaporte americano no oficial - muchas veces no pagada. 

El ‘chapo’ regresó, no para ‘echar raíces’, pues a él no le gusta estar atado, simplemente para retomar esas fuerzas que lo llevan a enfrentarse, una y otra vez, contra la quimera llamada sueño americano.


Santiago

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