Mi relato

Comedor San Luis Gonzaga 2 de Septiembre 2015
Fue un día nublado, un poco sofocado pero con menos calor que otros miércoles; el solo hecho de llegar al comedor ver los rostros enegresidos y sucios,  pero aún así, recibiéndonos con alegre saludo y sonrisas rebosantes en sus labios, ya le hace a uno olvidar los "problemas"  con los que creemos lidiar a diario.
Este día fue tranquilo,  había poca gente y había algunas manos más ayudando, así que aproveché para tomar mi posición favorita de la línea productiva: entregar los platos.
Así empezó una jornada más. Avanzando por las ventanillas viendo ojos de todos colores,  ojos que te miran,  ojos que se desvían,  ojos que chispean,  y es ahí donde empiezan a llover las bendiciones "Dios los bendiga",  cantan las vocesitas y mi alma por dentro contesta: "lo acaba de hacer hermano mío ¡qué regocijo!"
Como cada miércoles,  todo transcurrió tranquilo,  pero no se me olvida una carita que se iluminó al recibir el alimento y no pudo evitar decirme "un platillo diferente"; me dejo pensando en cuantas veces uno no valora lo que a diario tres veces (por lo menos)  al día se sirve en nuestras mesas,  ver la alegría de ese hombre por ese "simple"  detalle me conmovió.  Qué sencilla es la felicidad y nosotros,  por lo menos yo,  la recibo tres veces al día.
Al final no pudo faltar la repetición y aun así sobró para que la fila de "para llevar"  se fuera cargada,  qué bendición,  todos iban contentos "estuvo sabroso"  eran sus comentarios. Salimos corriendo,  como siempre,  y sus manos nos daban la despedida ¡qué alegría!.
Doy gracias a Dios por la oportunidad de recibir tal bendición cada miércoles a las 12 del medio día.
Melina González

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